¿Pagarías lo mismo por un Mercedes Benz que por un Volkswagen? En algunos segmentos, por el dólar planchado y la inflación en pesos, los precios empiezan a acercarse. Y parece un “deja vu” del 2013. Aquí algunos ejemplos de la diferencia que existe entre un auto de marca masiva frente a uno de alta gama.
¿Quién no quisiera que su auto luzca la “estrellita” de Mercedes Benz, o los cuatro anillos de Audi; o las tres famosas letras que remiten a BMW en su parrilla?. Los
autos premium fueron, históricamente,
símbolo de status. Y los altos costos que había que pagar para llegar a uno de ellos reforzaban su valor.
En
2013 fue el edén de los los modelos importados, donde los autos
importados cotizaban según el dólar oficial, más bajo, y otros precios de la economía se regían por el blue, más caro, afectando directamente a los modelos nacionales por la mano de obra, los insumos y autopartes de los mismos.
Un año después, con el impuesto interno y las trabas a las importaciones,
volvió a extenderse la brecha de precios, con diferencias de más del doble entre un segmento y el otro. Fue uno de los peores años de la industria, con caída en patentamientos y concesionarios que fueron consumiendo el stock, ante la falta de 0km.
Hoy, tras la modificación de las escalas y alícuotas del tributo y la flexibilización de las importaciones, se dio otro cambio en el cíclico mercado de los autos, lo que posibilitó que se multiplicara la oferta de unidades traídas del exterior y bajaran los valores de los 0km premium, mientras que los masivos siguen su escalada ascendente.
“Cuando el dólar se mantiene o incluso baja y los costos internos crecen, es común que
se achique la brecha entre los 0Km de producción nacional y los importados premium”, comentan los expertos.
Así se observa como, mientras
los modelos importados pasaron de u$s73.000 a u$s33.000 entre junio de 2015 y junio 2016; un Ford Mondeo subió de $430.000 a 672.000 pesos.
Y la brecha comenzó a achicarse en varios segmentos. Por ejemplo por un
Audi A4, recién renovado y de última generación, se pagarían hoy
u$s50.000, es decir, poco más de $700.000; lo mismo que se pagaría por un
Ford Mondeo tope de gama, o un Peugeot 508.
Por otro lado, mientras que por un
BMW Serie 1 se pagarían $516.000 con 3 puertas, o $530.000 con 5 puertas, por un
Ford Focus de producción nacional se pueden llegar a pagar
$481.000.
Una diferencia de apenas 7 por ciento. Otro ejemplo es un
Audi A3 frente a un Volkswagen Golf, los dos cercanos a los 500.000 pesos.
Si bien se comparan algunas versiones más equipadas con otras base, el hecho de comparar alta gama con marcas masivas ha dejado, históricamente, mayores diferencias.
La
brecha se fue achicando con importados que bajaron sus precios y masivos que aumentaron sin escala. Más aún, algunas marcas no sólo sacaron provecho del dólar planchado, sino que también están apelando a
agresivas ofertas y promociones para ganar más market share ahora que el contexto lo permite.
BMW fue quien dio el puntapié inicial, rebajando hasta u$s40.000 sus precios de lista, al igual que en el caso de Mini. Sus competidoras, apelan a los lanzamientos y modernización de todos los segmentos, con atractivas propuestas.
La contracara la están sufriendo los autos nacionales o brasileños de marcas masivas. Con precios en pesos, arrastrados por la inflación, encuentran en el financiamiento a largo plazo la forma de promocionarse. Y solo pueden, con
grandes descuentos y perdiendo rentabilidad, conquistar clientes.
El escenario está confuso, y si bien registra ventas en ascenso y pronósticos que mejoran hacia la segunda mitad de año, hay preocupación por la crisis de Brasil y la inflación que no se detiene. En más, puertas adentro, en las terminales, piden que se eleve el piso del impuesto interno a fin de evitar que alcance a más modelos, algo que deberá definirse antes del 1 de julio.